La explosión de las redes sociales ha traído consigo nuevas formas de comunicación, especialmente entre los más jóvenes. Con ellas, llegaron también los riesgos. En cuestión de minutos en TikTok, un adolescente puede sumergirse en una dieta que promete perder 10 kilos en dos semanas y que bebe del mismo imaginario que los antiguos foros pro Ana y pro Mía, términos usados en comunidades en línea que hacen apología de la anorexia y la bulimia nerviosas. Sin embargo, ahora aparecen con un envoltorio de falsa ternura y aparentemente más inocente. Los trastornos alimenticios de siempre, pero ahora con castillos, princesas, príncipes y Disney de por medio. Es lo que se conoce como el nuevo reto viral de la dieta de las princesas Disney.
Basta con escribir en TikTok: “Dieta princesas” o “Comer como la Bella durmiente” para que el algoritmo empiece a mostrar vídeos con voces suaves, tipografías pastel y princesas. Explican, paso a paso, cómo hacer el “día Blancanieves”, es decir, comer solo manzanas. O el “día Bella”, que invita a sustituir las comidas por té. O el “día Pocahontas”, basado en ingerir únicamente alimentos crudos. También enseñan cómo funciona el “día Cenicienta”, que impone dejar de comer a las 12.00 y no superar las 550 calorías, y el “día Rapunzel”, que combina vinagre en ayunas y agua para “engañar al hambre”.
Ana Herraiz, de 25 años, cuenta que las redes sociales alimentan las voces internas de la anorexia, una enfermedad con la que convive desde que tenía 12 años. Explica que antes buscaba por su cuenta “métodos, dietas y trucos” para adelgazar —desde vídeos de YouTube sobre zumos de limón hasta fórmulas para quemar calorías más rápido—, pero ahora ni siquiera tiene que hacerlo: “Muchas veces el algoritmo ya te lo pone en bandeja. Es la enfermedad la que te llama”.
Denuncia que estos contenidos, especialmente los retos disfrazados de inocencia, como la “dieta de las princesas”, actúan como leña para un fuego que ella intenta mantener controlado. “Las redes sociales mal utilizadas son un peligro. Nunca ayudan a la recuperación. Comparas, te enganchas y esa voz mala crece”, lamenta. Aunque ahora está estable, reconoce que evita cualquier exposición que pueda reactivar la angustia: “Sé a lo que me lleva. Ver eso solo me va a hacer daño”.
Raquel Jiménez García, vocal del Comité de Salud Mental de la Asociación Española de Pediatría, coincide en que los algoritmos no distinguen intención ni contexto emocional. “Una búsqueda aparentemente inofensiva como ‘hacer dieta’ puede llevar a contenidos perjudiciales en solo cuestión de minutos”. Además, los grupos se camuflan para evitar filtros automáticos: no usan palabras prohibidas, sino códigos y símbolos. Jiménez insiste en que, si las plataformas no refuerzan su detección, habrá que obligarlas mediante regulación: “La protección de los menores no puede depender únicamente de estas empresas”.
En España, se calcula que más de 400.000 personas tienen un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), según FITA Fundación. Además, la psicóloga Jiménez García recuerda que este tipo de trastornos ha crecido un 20% desde 2020 y que la prevalencia entre mujeres ha pasado del 5% al 10%. La edad de inicio se ha desplazado hacia los 10 y 11 años, una franja en la que las niñas consumen contenido sin tener aún recursos para interpretar sus riesgos. “Vemos niñas muy pequeñas viendo rutinas de skincare [cuidado facial] o modelaje en cuerpos extremadamente delgados”, incide Jiménez.
Hay que tener en cuenta que “en torno al 20% de los adolescentes de entre 12 y 18 años pasan más de dos horas al día conectados a TikTok“. Así lo refleja un estudio publicado el año pasado por la Universitat Pompeu Fabra en colaboración con la Universitat Oberta de Catalunya. La mayoría de los adolescentes consultados para esa investigación aseguran que al desconectarse el sentimiento predominante es el de una menor autoestima. El informe muestra que las redes amplifican los mensajes, en este caso los referidos a escrutinio corporal: llegan más rápido, a más gente y de forma más intensa y potente a la población que es más susceptible de tener un trastorno de la conducta alimentaria.
En paralelo, en otro estudio donde se analizaron 31 películas infantiles, los investigadores hallaron que en más del 84% de ellas se representaban estereotipos negativos asociados a personajes con sobrepeso u obesidad: eran, en general, perezosos y poco inteligentes. Estos patrones, comentan los expertos, no solo buscan disciplinar el cuerpo, sino que refuerzan el estigma asociado al peso.
Irene de la Vega-Rodríguez, psicóloga clínica de la Unidad de TCA del Hospital Clínico San Carlos, señala que “el acceso a contenido pro Ana y pro Mía es hoy más rápido y sofisticado que nunca”: “Se puede llegar a estos canales en Telegram, TikTok o X con dos o tres pasos. A veces es el propio algoritmo el que te lleva”. Además, los enlaces para unirse a grupos de WhatsApp o Telegram relacionados circulan en redes abiertas y se comparten entre menores en cuestión de minutos. Son espacios cifrados, de difícil rastreo, que reaparecen con otro nombre cada vez que se cierran. “Desde el punto de vista clínico, no han disminuido”.
Para De la Vega-Rodríguez, la clave del éxito de estas dañinas comunidades es el sentido de pertenencia. “Ofrecen confidencialidad, un lenguaje propio, retos diarios, validación inmediata y la idea de ser supuestamente perfectas. Cuando se superpone a una baja autoestima, problemas familiares o sensación de soledad, una adolescente vulnerable puede empezar a asumir conductas de riesgo en muy poco tiempo”.
El reto vital ha afectado a tantos jóvenes que hasta El Consejo General de Enfermería (CGE) lanzó este verano una advertencia formal: la dieta de las princesas Disney es “una de las prácticas virales más peligrosas” que circulan en internet. Aunque se presenta como un juego inspirado en películas, el organismo recuerda que las dietas que se proponen no superan en el mejor caso las 600 kilocalorías al día, muy por debajo de las 2.050 recomendadas para adolescentes.



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