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La undécima etapa de LaVuelta 2025 prometía espectáculo desde el primer metro. Una jornada de 157,4 kilómetros con salida y meta en Bilbao, atravesando un recorrido típicamente vasco: siete cotas, más de 3.000 metros de desnivel positivo y la pasión desbordada de una afición que volvió a teñir de rojo, verde y blanco las cunetas. Todo estaba preparado para una fiesta ciclista que, sin embargo, quedó marcada por una decisión de última hora: la organización anunció que, por motivos de seguridad, los tiempos de la general se tomarían a tres kilómetros de meta y no habría vencedor de etapa.
La noticia no restó intensidad a la carrera. Desde la salida en San Mamés, los ataques se sucedieron sin descanso. Joel Nicolau fue el primero en dejarse ver coronando Laukiz, pero la auténtica locomotora del inicio fue Mads Pedersen, empeñado en sumar puntos para un maillot verde que defiende con uñas y dientes. El danés encontró aliados en Marc Soler y Orluis Aular, un trío que llegó a rodar con más de un minuto sobre el pelotón.
Visma-Lease a Bike controló la situación, consciente de que su líder Jonas Vingegaard tenía marcada la etapa en rojo. El propio danés lo había admitido en la salida: “Me encantaría ganar hoy, con La Roja sería muy especial”. Y su equipo se empleó a fondo, primero con Kelderman y Van Baarle y, más adelante, con un Jorgenson que tiró con fuerza camino de Pike.
El protagonismo local lo puso Mikel Landa, que atacó en el primer paso por el Vivero y coronó en solitario entre los vítores de su gente. El alavés, combativo como prometió por la mañana, compartió aventura con Santiago Buitrago, aunque las rampas y los calambres terminaron pasándole factura. Aun así, su esfuerzo quedó grabado en la retina de Bilbao, consciente de que corría prácticamente en casa.
Con la escapada neutralizada, los favoritos tomaron la responsabilidad. Primero probó Joao Almeida, después Pellizzari, pero fue en las rampas de Pike donde se desató la batalla definitiva. Tom Pidcock, cuarto en la general, arrancó con furia y solo Vingegaard pudo seguirle. El británico apretó aún más y dejó sentado al líder en los últimos metros de la ascensión, marchándose en solitario en un descenso vertiginoso hacia Bilbao.
El espectáculo fue mayúsculo, aunque sin el premio habitual. El británico cruzó primero por la pancarta de los 3 kilómetros, pero la decisión de carrera dejó sin vencedor oficial a la etapa. Sí hubo bonificaciones en la cima de Pike y puntos de montaña, pero la foto final en la Gran Vía bilbaína quedó sin dueño.
Bilbao volvió a ser Bilbao: tierra de ciclismo, de rampas imposibles y de un público que empuja como en ningún otro sitio. La fiesta no fue completa porque no hubo ganador. Una etapa distinta, recordada más por la intensidad de las protestas y el coraje de sus protagonistas que por un nombre en lo más alto del podio.
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